Ya comenté en un post anterior la suerte que tenemos los maestros de infantil de vivir muchas primeras veces con los niños. Estos días los maestros de infantil de toda España somos responsables de un momento importantísimo y decisivo en la vida de miles de niños pequeños: su primera vez en el cole. Si bien antes podía hacerse de forma paulatina, cada vez más nos vemos obligados a enfrentarnos a este momento de golpe y porrazo, privándonos de un plumazo de un importante recurso con el que contábamos para superar esta circunstancia muchas veces complicada.
Cuando estudié la carrera de magisterio, el periodo de adaptación era tema ineludible e imprescindible en cualquier temario de oposiciones. Se consideraba un avance en la protección de los niños y como tal se llevó a la práctica durante varios años, coincidiendo con el inicio de la escolarización gratuita de los niños de 3 años. Hoy se ha producido un paso atrás, primero con la legislación (Decreto 301/2009 de 14 de julio en Andalucía), que establece que se podrá llevar a cabo un "horario flexible" pero que será una medida que no se adoptará, en ningún caso, "con carácter general para todo el alumnado", y luego con la práctica, ya que la inspección cada vez nos exige más un cumplimiento a rajatabla de la "no-adaptación".
Pues bien, no me voy a andar por las ramas. Yo reivindico el periodo de adaptación. Lo hago como madre, como maestra, como psicóloga y como persona. A veces me encuentro con personas que defienden la entrada de los niños de 3 años al colegio "a pelo". Ellos esgrimen los siguientes argumentos, y estas son mis respuestas:
Lo pasará mal al principio, pero ya se le pasará. No es un trauma.
Mi respuesta: algunos niños viven la entrada al cole como un verdadero
trauma. Esto que puede parecer exagerado, no lo es. Muchos dirán que su
hijo lloró o ellos mismos lloraron cuando eran pequeños y que hoy "aquí
están". Efectivamente, un trauma no te mata, ni se lleva escrito en la
frente. Pero sí marca, muchas veces de por vida.
Hoy la palabra trauma ha perdido su valor, porque hubo un momento en que cualquier acción disciplinaria era considerada como tal. Pero que se perdiera el rumbo lógico en ese momento no hace que determinadas situaciones sigan siendo hoy igual de traumáticas que lo han sido siempre.
Para entender por qué algo tan insignificante como la
entrada al colegio puede llegar a ser traumático, hay que viajar tan
atrás en el tiempo que puede que muchos no puedan hacerlo, y recordar
cuando eramos pequeños. Si no, basta con leer un poco de psicología
infantil, esa gran olvidada por los legisladores
educativos. En concreto recomiendo leer un
poco sobre la teoría del apego de Bowlby y algunos estudios actuales relacionados con las implicaciones de la misma, un ejemplo de ellas, aquí. Estas implicaciones están hoy siendo respaldadas por la
neurociencia. Cuando un niño se ve sometido a un estrés fuerte o
continuado ciertos circuitos cerebrales pueden quedar alterados para
siempre, predisponiéndole a padecer trastornos de ansiedad en el futuro Como señala Stahl (2008), un profesor de psiquiatría estadounidense, experto en psicofarmacología y en el funcionamiento cerebral a nivel básico, "puede ser que el grado de estrés (refiriéndose a un grado importante) que uno experimenta durante la edad temprana afecte a cómo se desarrollan los circuitos -cerebrales- y por tanto cómo un individuo dado responde al estrés en la vida adulta".
Sólo será un rato.
Antes de los 3 años no se tiene conciencia del tiempo.
Cuando dejas a tu hijo en el cole y le dices que vuelves en un rato, o a
las 2 o en una hora, es lo mismo que decir que volverás, pero que no se
sabe cuándo.
Normalmente además los niños no confían mucho en la palabra
de los adultos porque ya llevan una historia de mentiras piadosas a sus
espaldas, y porque para ellos no tienen ningún sentido que su padre o
madre le deje en un sitio desconocido con personas desconocidas. Se
temen, con toda la razón del mundo, que debe haber gato encerrado.
De modo que aunque al dejar al niño en el colegio sabes que le recogerás en unas horas, ÉL NO LO SABE. ¿Puedes imaginar la tremenda incertidumbre y en muchos casos temor, que genera eso?
De modo que aunque al dejar al niño en el colegio sabes que le recogerás en unas horas, ÉL NO LO SABE. ¿Puedes imaginar la tremenda incertidumbre y en muchos casos temor, que genera eso?
Son caprichos suyos, si le hacemos caso hacemos niños de plastilina; o, los sentimientos del niño no son tan importantes como los de un adulto.
He visto a niños temblar literalmente mientras lloran
desconsoladamente llamando a su madre. Con el tiempo suelen parar, no
por convencimiento, sino por cansancio. Algunos persisten llorando la
mañana entera, y así durante varios meses. Que se nos haya olvidado lo que se siente no significa que no sea un mundo para ellos.
Si el primer contacto es traumático, es fácil que el
segundo también lo sea. Esto ocurre porque ocurre un proceso psicológico llamado
condicionamiento, por el cual unos estimulos presentes en el momento de
pasarlo mal quedan vinculados a esa experiencia, por lo que fácilmente,
cada vez que se presenten, elicitirán esa respuesta de desasosiego.
Está bien, pero mi hijo no necesita período de adaptación. Está feliz de ir al colegio.
Es muy probable que tu hijo vaya feliz y contento a la
escuela. Pero eso no significa que esté plenamente adaptado. Hay muchas
normas y rutinas que tendrá que aprender, tendrá que aprender a utilizar
los materiales y espacios del aula, los baños, y si la maestra se
dedica a eso los primeros días no podrá atender adecuadamente a todos
los niños que sí lo necesitan.
No puedo compaginarlo con el trabajo.
Creo firmemente que, en el caso de trabajar los dos, hay
que buscar un plan B para respetar ese periodo. Puede ser la abuela o un
amigo, un permiso en el trabajo o buscar un/a canguro. Nada mejor que
estos 15 días para invertir en salud mental de tu hijo. En algunos casos puede ser difícil, pero en la mayoría no imposible. Y, a fin de cuentas, sólo son 15 días.
La ley dice que el período de adaptación no debe aplicarse
como norma general sino a los niños que lo precisen en consentimiento
con los padres, y si lo dice la ley...
Creo que ha quedado suficientemente explicado por qué está
adaptación es necesaria para todos los niños. Incluso para los que estén
más contentos: es imposible que se les atienda de forma óptima si
mientras lo hace la maestra sujeta a un par de ellos en brazos porque
lloran o simplemente se duermen.
Es derecho de los padres reivindicar que sus hijos gocen de la mejor
atención posible y reivindiquen un períodode adaptación plenamente
justificado por la ley, como se ha hecho en otros momentos.
Estoy convencida/o, ¿pero qué podemos hacer?
También puedes firmar en una página en change.org que solicita regrese el período de adaptación:
https://www.change.org/p/
REFERENCIAS:
DECRETO 301/2009, de 14 de julio, por el que se regula el calendario y la jornada escolar en los centros
docentes, a excepción de los universitarios. (BOJA 20-7-2009)
Stahl, S.M.(2008). Psicofarmacología Esencial de Stahl. Madrid: Aula Médica.
Páez, D., Fernández, I.,
Campos, M., Zubieta, E., & Casullo, M. (2006). Apego seguro,
vínculos parentales, clima familiar e inteligencia emocional:
socialización, regulación y bienestar. Ansiedad y estrés, 12(2-3), 329-341.
Me parece, simplemente vergonzoso, que se hiciera una ley para trasladar a los niños de las guarderías a los colegios, dotando inicialmente a los mismos de unos recursos personales y materiales que hoy día no existen, prácticamente, en ningún centro.
ResponderEliminarLa incorporación paulatina de los críos era el único recurso que les quedaba a ellos y a los tutores para no convertir el colegio en una prueba difícil de superar.
Está claro que pocos legisladores han pisado un aula de infantil y desconocen totalmente la realidad de las mismas.
Felicidades por la entrada. Hay que perder ya el temor de describir cuál es la situación de las aulas de nuestro país.