domingo, 5 de junio de 2016

PERSONAS MÁGICAS

Hoy al salir la he visto y me ha mirado. Ella iba en la fila, agarrada a la camiseta del niño de delante, con sus rizos revoltosos y su carita regordeta. Iba dejándose llevar, como quien acaba de despertarse, sin prestar atención a nada en particular, paso alante, uno más, cuidado nena que te caes, mira por dónde vas...
Y de pronto, me ha mirado, dos segundos, eternos, que nos han llevado al pasado, dos años atrás.
Hace dos años yo hacía apoyo a las clases de 3 años recién llegadas. Ella era una bebé  (como todos), y le costaba particularmente adaptarse a su nuevo entorno. No sólo a los niños les pasa eso. En general, de entre todas las personas, aproximadamente un 15-20% presentan un tipo de apego ansioso, que les hace presentar algunos rasgos de inseguridad en los afectos y que también se evidencia ante situaciones novedosas. Se ha especulado mucho con que el origen de las diferencias en el tipo de apego se encuentra en la infancia, pero parece ser que hay otros factores intervinientes, y que la relación no es tan directa ni tan clara.
El caso es que, al final, algunos de nosotros afrontamos los cambios con un plus de angustia y ansiedad, mas allá de lo que otras personas experimentan.
Ella era una de estas personas. Se me partía el alma al verla en su sillita, como escondida, esperando encontrar una cara reconfortante para echar a llorar.
Yo me ponía a su lado, le daba la mano, la cogía un ratito en brazos y le repetía que ya mismo llegaría mamá.
Así pasaron varios días, y, cuando salíamos al patio, ella me buscaba y asía mi mano, y durante el ratito en que la tenía conmigo, se sentía más tranquila. Algunos días, cuando su seño hacía sonar el silbato, ella corría a buscarme, y, con urgencia porque se iba su fila, me avisaba de que tenía que irse, previniéndome para que no fuera yo a sentirme demasiado sola sin ella.
Pasaron los meses y dejó de buscarme. De vez en cuando la veía en el patio, jugando, y me alegraba por ella. A veces me miraba y sonreía, pero seguía en sus juegos sin perder coba.
Han pasado dos años. Y hoy, al salir, la he visto. La he visto y (como diría Bécquer), me ha mirado. Y en un instante, su cara ha cambiado, y puedo asegurar que ambas hemos pensado lo mismo, y todos los poros de mi piel se erizan al recordar este momento.  Ambas hemos sentido el calor de esa mano que, hace dos años, nos dábamos buscando aquel consuelo.
Porque siempre es así: al consolar al otro, uno mismo se consuela de la levedad de su ser.

Este momento me ha hecho trasladarme a la infancia. Yo era una de esas niñas inseguras, ansiosas buscando el abrazo confortable. Hubo momentos en que los necesité especialmente. Y por suerte, nunca estuve sola. Por suerte, nunca me faltó.

Las personas que estuvieron en esos momentos conmigo son personas, que, sin saberlo, me han acompañado siempre y para siempre, que siempre llevo en mi recuerdo. Son, para mí, lo que yo llamo 'personas mágicas', porque es lo que me dieron: la magia de su luz cuando estaba en plena oscuridad.

Y hoy, escribiendo estas líneas, quiero rendirles mi particular homenaje.

A mi tía Mariví, con la que tantas noches compartí de genes y confidencias, de confianza y de intimidad, de cromos y de consejos...

A Esther, hija de Mari Pepa, que estuvo conmigo incansablemente en ese campamento de llantos y soledad, y que
no pensó ni por un momento que lo mío fueran "tonterías", y, si lo pensó, lo disimuló perfectamente bien.

A Paco González, una de esas personas tan buenas, que te hacen creer que tal vez dios sí exista.

Son esas personas mágicas que marcan a fuego una parcela de tu niñez que siempre permanece contigo. Cualquiera diría que nadie lo recuerda, pero quienes lo hemos vivido, sabemos que guardaremos a esas personas en nuestro corazón hasta el ultimo dia de nuestras vidas.

Al verla esta mañana, y al verla sonreírme, no he podido evitar soñar que, con suerte, y sin buscarlo, como suelen ocurrir las cosas mágicas, tal vez alguna vez fui una de esas personas mágicas para alguien, puede que para ella. Y que tal vez la vida se trate de eso, de superar lo efímero de la vida con la  magia del amor.

En recuerdo de esas, mis personas mágicas.


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