miércoles, 28 de octubre de 2015

EL "NIÑO-DIFÍCIL”


 

En todas las clases, y en muchas casas, hay un niño difícil. A veces más de uno. Sí, es ese. El que está pintando la mesa con rotulador. El que cuando hacemos la asamblea no viene a sentarse. El que pega a los compañeros continuamente ante cualquier trifulca. El que cuando preguntas “¿queréis hacer…?” siempre contesta NOOOO…. El que los demás niños suelen decir que es malo. El que tú mismo o tú misma has pensado alguna vez que no aguantas más.

Cuando te encuentras con el niño-difícil, a menudo te planteas qué puedes hacer con él. Hay todo un repertorio de opciones, desde regañarle, castigarle, llevarle a la silla de pensar, explicarle que lo que hace no está bien, hablar con la familia para que ellos también le regañen… o, si  eres su padre o su madre, hablar con la maestra para que le meta en vereda.

No digo que no haya que regañar cuando el niño-difícil hace las cosas mal.

Pero por una vez, vamos a meternos en la cabeza del niño-difícil, a ver si así le entendemos mejor.

“me llamo niño difícil y tengo 5 años. Soy un niño difícil y malo. Pego a los demás cuando me quitan las cosas, a veces sólo les pego porque sí, porque así me siento importante y fuerte.  No me gusta ayudar a los demás. De hecho, casi no entiendo que se sienten mal porque estoy demasiado ocupado sintiéndome yo mal. Sí, me siento mal. Me siento enfadado. Desde que me levanto me regañan por todo. Esto me quita las ganas de hacer las cosas. Total, todo voy a hacerlo mal. En clase me dicen que soy un trasto, que siempre estoy molestando. Debe ser verdad. De hecho, lo es, ves? Otra vez lo estoy haciendo. Cuando llego a casa mi madre dice que qué suerte tiene su amiga porque su hijo no le da nada que hacer. Yo todo lo mancho y lo revuelvo, y cuando tengo que hacer las fichas del cole no quiero porque no me van a salir bien. Es verdad, mi madre tiene razón. Me pregunto si alguien se alegra de tenerme al lado. Y la respuesta es no. Y eso me pone triste. Y me siento enfadado.”

En definitiva, el niño-difícil proyecta negatividad, porque dentro de sí mismo lo que vive es negatividad.

La mente de un niño, y su conducta, cuando es menor de 6 años, es sumamente influenciable por el ambiente que le rodea.  Esto quiere decir que, lo queramos o no, tenemos una enorme responsabilidad sobre cómo marchan. Los niños a menudo hacen cosas que no nos gustan. Eso no quiere decir que sean malos, sino que aún no se han adaptado a las normas sociales. A veces, para qué engañarnos, también hacen cosas verdaderamente malas, como asustar a niños más pequeños aún viéndoles llorar.

¿Qué podemos hacer?  Aquí algunas recomendaciones, algunas para maestros, otras para familias, la mayoría para ambos.

Ten paciencia. Ten presente que esta situación, si la llevas bien, pasará. Puede que nos desesperemos ante tanta conducta disruptiva. Pero, si sabemos que en gran parte depende de nosotros que cambie, debemos entender este proceso como un juego de estrategia, en el que nosotros tenemos varios ases en la manga que iremos usando para ganar la partida. De esta forma evitaremos tomárnoslo como algo personal, no perderemos los nervios, y no nos supondrá un coste emocional a nosotros mismos.

Cada vez que tengas que intervenir, recuerda, no te enfades, aunque en un momento dado lo finjas. Estás jugando a tu juego de estrategia, así que imagina que ves la situación en una película. Te ayudará a no implicarte y no decir o hacer cosas que no quieras, de manera que al ganar tú, ganará él.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta el principio de la profecía autocumplida, fundamental en psicología: aquello que el adulto diga al niño que es, es lo que el niño será. Si se porta mal, ofrécele una alternativa, y no le etiquetes negativamente o ese autoconcepto no hará más que aumentar. Veamos un ejemplo: Lucas pega a su amigo cuando este le quita un juguete. En lugar de decirle “¡no se pega, siempre pegando!” puedes acercarte a él y decirle “Lucas, me extraña que hayas hecho eso,porque tú eres un niño muy bueno, ¿qué te parece si mejor le decimos que no debe quitar las cosas?” Es fundamental que el adulto le acompañe en estas nuevas conductas al principio, al igual que se acompaña a un bebé cuando empieza a caminar; al fin y al cabo, todavía no sabe realizarlas.
 
Proporciónale experiencias positivas. Recuerda que el niño difícil lleva mucha amargura en su interior. De hecho, puede que esté muy triste. Al fin y al cabo se siente el garbanzo negro de la clase y probablemente de su casa, y con mucha facilidad sentirá que los demás son más afortunados que él. Hace unos meses vino un mago a mi colegio, y , cuando pidió voluntarios, le avisé de que yo iba a “guiar” un poco la elección. Le pedí que escogiera a un niño que yo sabía que en ese momento se sentía particularmente desafortunado.
Sin que se de cuenta, podemos organizar su entorno para que pueda experimentar situaciones positivas que le proporcionen un poco más de alegría y de confianza en su suerte.

Píllale en un buen momento. Esto es el eje de cualquier modificación de conducta. El niño necesita modificar el concepto que tiene de sí mismo para poder modificar la forma en que se comporta. Esto es difícil si no hace más que escuchar lo mal que se porta. Ya hemos explicado que debemos evitar esto y ofrecer alternativas, pero, ¿cómo empezar a construir una imagen positiva de sí mismo? Imagina que te colocas una antena detectora de buenos momentos. Seguro que por muy niño difícil que sea, hay momentos en que hace cosas buenas, aunque no se dé cuenta. Pero tú vas a estar ahí pendiente con tu superantena preparadísimo para cazarlas al vuelo, y, por supuesto,  con cara de tremenda satisfacción, exclamar: “pero qué bien ayudas a mamá” o “qué recogido está tu cuarto” o “qué bien sabes escribir” o “llevas un rato muy grande sin pegar a nadie, se nota que te estás haciendo mayor”.

 Dale una responsabilidad. Y manifiesta que te sientes orgulloso de él. Puede ser que cuide de su hermano, que vigile a la mascota, que se encargue de limpiar el polvo, que te tape cuando te echas una siesta en el sofá. Hacerse responsable de algo le ayudará a sentirse útil y a querer responsabilizarse de más cosas… y hacerlas bien.
 
Aumenta su autoeficacia. Hazle sentir que te encanta como hace las cosas. Aprovecha cualquier cosa que haga para recordarle lo bien que lo hace. Puede que al principio mientas un poco, pero imagina la siguiente situación; vas a una discoteca una noche y la gente que te rodea te dice que bailas genial, que tienes aptitudes innatas para el baile. Probablemente la siguiente noche no pararías de bailar, e incluso puede que te apuntaras a clases de baile. Pues esto funciona aún más así para los niños. Glen Doman, en su libro “cómo multiplicar la inteligencia de su bebé” , describe cómo cursa la primera clase de una de las mejores escuelas de violinistas del mundo. Cuando acogen a un nuevo alumno, la primera clase es subir al alumno a un escenario, con un violín en la mano, y, haga éste lo que haga, el resto de alumnos y profesores  le agasajan con una tremenda ovación… no importa que aún no sepa tocar; ese niño siente que lo ha hecho bien, y querrá repetir.

Ponle límites. No quiero con esto decir que le digas NO para que se acostumbre a que le digan que NO. Ya se va a encontrar con suficientes NO en la vida como para que tengamos que añadir más. Pero si un día está lloviendo y hace frío, y se empeña en no ponerse el chaquetón, tú puedes explicarle una vez el motivo por el que debe hacerlo. Pero si se sigue negando, tendrás que imponerte y dejar claro que hay ciertas cosas en las que la autoridad eres tú, aunque le expliques que es porque todavía él no tiene criterio  suficiente para tomar determinadas decisiones.

Esto incluye hacerte respetar. Nunca, bajo ningún concepto, permitas que te pegue, te insulte o te ignore. He visto a muchos niños haciéndolo y a muchas madres disculpándoles. Hay cosas que hay que dejar claras siempre y desde el principio, porque si lo consientes una vez, no será la única
 
 Y, por supuesto, y sobre todo, dale mucho cariño. Sentirse como él se siente es muy triste con 5 años. Presta atención a las cosas que te cuenta. Ayúdale a hacer sus trabajos del cole. Léele un cuento por las noches. Duerme con él. Aprovecha cuando esté “tranquilo” para besarle y abrazarle, para cogerle en brazos. Deja de llamarle niño-difícil, es más, reniega de este post por llamarle así.  Porque tu niño es desde hoy es un niño-bueno. Dale un motivo para sentir, un poquito más cada día, que, al fin y al cabo, puede que haya alguien que sí quiere estar con él.

 

miércoles, 7 de octubre de 2015

SE ME ESCAPA


La veo montada en su bicicleta, pasando por el túnel de la Alcazaba, dándole a los pedales con ese ímpetu con que se hacen las cosas nuevas. Va delante de mí, solo unos metros, pero mete el turbo, se adelanta y sólo acierto a pensar: "se me escapa". Y mientras mis ojos contemplan esas piernecitas todavía regordetas y mi mente divaga pensando que se me escapa.... me doy cuenta de que verdaderamente hay algo más que una niña en bicicleta que se me va.

Se me escapa la niñez. Tuve la mía, la de mis hermanos, la de mis amigos, la de mis primos, y en píldoras superconcentradas las de mis hijos. Ellos ahora ya tienen 13, 9 y 7 años. Y de pronto me doy cuenta de que nunca mas tendré niños pequeños. Y de un soplo de tiempo inesperado se me escapan las nanas, los cuentos, las primeras letras, los dientes de ratón. Y veo que se me fueron los dinosaurios, los superheroes, las princesas, los cochecitos...
Se escaparon los pañales, el olor a bebé, y ese abrazo pequeñito de consuelo que en realidad era a mí a quien consolaba.

No quiero darme cuenta pero se me están yendo mis niños; quedarán mis hijos siempre, pero no sé que voy a hacer sin ese olor a niño en la piel que hoy, sin remedio, se me escapa.